Mientes tan bien

Hoy un tema que creo se ve a diario, las mentiras. Las mentiras son como un camino o una escapatoria para algunas personas, pero ¿nadie se puso a pensar que no sólo lastiman? Las mentiras, sean o no piadosas, obsesivas y celosas siempre llegan al mismo triste final: la cruda realidad, a esa dura verdad que se trata eludir dejando solamente miseria y desconfianza porque casi nunca una mentira llega a su fin.
Y aunque la persona se considere una experta en el arte de mentir, nunca es absoluta siempre la cosa más pequeña y diminuta nos da una brisa de sinceridad o tal vez casualidad y el castillo de falsedad construido ladrillo a ladrillo se derrumba completamente.
Árbol estéril de bella y efímera flor que, cuando pierde sus pétalos, sus frutos son venenosos; sinónimo de dudas. Amarga fruta que envenena el alma y mata el más bello de los sentimientos, simplemente semejante a la amistad.
¿Y qué decir del mentiroso? Nunca puede relajarse , no puede dar rienda suelta a sus pensamientos con naturalidad, siempre a la defensiva sin descanso hasta que su nido de mentiras se torna obsesivo y manipula a personas ajenas a su enredo hiriendo aún más.
Su vida en una continua mudanza y errante, espera en los caminos para conseguir su alimento, su agua y su abrigo, pero para volver a destruirlos, para volver a perder todo aquello solo porque trata de construir todo con una base falsa.
Somos humanos, todos mentimos, pero... ¿qué es la ilusión o la fantasía sino grandes mentiras?, Aunque siempre podemos enmarcarlas en los sueños, en esos pequeños motores que nos ayudan a sonreír... Para mí esas dejan de ser mentiras.
Puedo comprender, pero no justificar, la mentira que se dice por salvar la vida, tanto la propia como la ajena; pero la mentira gratuita, insidiosa, sin sentido ni motivo aparente convierte la confianza en paja seca, corroe la autoestima, genera corazas cada vez más inescrutables, aísla corazones y destruye el amor. ¿Es éste el fín del mentiroso?... no lo entiendo.